MARTES 19 DE OCTUBRE. Teresita Castillo de Diego. “¡Quiero ser misionera!”

 Ayer escuchábamos la cita: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo 

cosas pequeñas, puede cambiar el mundo» (Eduardo Galeano). 


Hoy seguimos hablando de esa “gente pequeña”.


Teresita Castillo de Diego, una niña de 10 años.

Un joven acostado en una cama

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Fue una niña que murió a causa de un tumor cerebral el pasado 7 de marzo de 2021, muy  cerquita de nuestro cole, en el Hospital de la Paz.

Teresita tenía un sueño, igual que Maín, igual que muchas otras personas sencillas. Ella deseaba ser misionera

«Estos días que estoy malita lo estoy ofreciendo por la gente; por ejemplo, por alguien que esté malito, por los sacerdotes…». Así era ella, con unos deseos enormes de dar a conocer a Jesús: «Quiero llevar a los demás con Jesús, a los niños que no lo conocen, para que vayan al cielo felices siempre, siempre». Esta era para ella la misión, «hablar de Jesús siempre y dar alegría».

Su madre habla de ella y dice:

«Era una niña muy niña, solo quería jugar y estar con niños», pero a la vez con una vida espiritual profunda y fuerte. 

Desde los 3 años –edad a la que llegó a España en adopción, procedente de Siberia–, iba con su madre a Misa todos los días, «y disfrutaba mucho» porque, al ser tan sociable, saludaba a todos, principalmente a los sacerdotes, «a cualquier iglesia que íbamos, solía pasar al terminar la Misa a la sacristía a saludar al sacerdote». 

Teresita, antes de morir hizo realidad su sueño. El sacerdote, Ángel Camino, vicario de la Vicaría VIII fue a visitar a Teresita y su mamá le dijo: “dile qué quieres ser”, la niña le dice: “¿De verdad se lo digo?”. Y sacando fuerzas de donde no tenía y le dice: “¡Quiero ser misionera!”.  Al padre Ángel le impactó tanto que le dijo: ¡te constituyo ahora mismo misionera!». Esa tarde el sacerdote le hizo llegar un documento que alegró enormemente a la niña.

A pesar de todos sus sufrimientos de las últimas semanas, Teresita seguía derrochando simpatía. «Pero qué bien habéis hecho la cama», les decía a las enfermeras, o «qué rico el desayuno». «Por la noche me ha sangrado la nariz –le dijo a su madre el 10 de febrero–, pero no importa porque está todo muy bien». A su abuela, una de las veces que acudió aprovechando un traslado de la UCI a hacerle un TAC, le dijo al verla: «Pero abuelita, ¡qué guapa estás con tus rizos!», y le hizo fijarse en su cruz de misionera, que llevaba colgada en la barra de la cama. 


Como veis, todos podemos ser misioneros si de verdad nos lo proponemos. Pedimos a María Auxiliadora que al igual que Teresita, seamos capaces de transmitir alegría sincera a todos los que se acerquen a nosotros.

MARÍA AUXILIADORA. RUEGA POR NOSOTROS.


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