¡Buenos días!
Leamos con atención:
Porque
un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y
proclaman su nombre: “consejero admirable, Dios fuerte,
Padre que no muere, príncipe
de la Paz.” (Is 9, 5)
De pronto una multitud de seres
celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan
a Dios con estas palabras:
“Gloria a Dios en lo más
alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia”.
(Lc 2, 13-14)
La fiesta de Navidad fue instituida por la Iglesia en el
Siglo IV, y es originaria de la Iglesia latina, específicamente de la Sede
Apostólica de Roma. ¡Siglo IV! Hace mucho tiempo, es de las tradiciones más
prolongadas en el tiempo y es la época de compartir y vivir más en familia que nunca.
Estamos en el período de Adviento, es decir, estamos
preparando nuestros corazones para conmemorar la venida de nuestro Señor
Jesucristo, que nos viene a difundir la Verdad. Y llevamos unos cuántos siglos
haciéndolo, todos los años, tener un tiempo especial para preparar Su llegada.
Los cristianos, y, principalmente los católicos
deberíamos sentirnos orgullosos de tener la posibilidad de valorar y disfrutar
de la celebración del nacimiento del Salvador, una festividad que nos viene a
hablar al corazón para cuidar principalmente a la familia. Somos una comunidad,
somos Iglesia y deberíamos estar preparados para abrir nuestro corazón al Niño
Jesús.
Ese es el mensaje
de la Navidad la paz y el amor,
que nuestros corazones se llenen de renovadas esperanzas.
En la actualidad a la Navidad se le asocia a un contexto de regalos, de consumo excesivo. El sentido de la Navidad
no es el consumismo, sino
el
nacimiento del Niño Jesús. Lo relevante aquí
es la alegría y esperanza
de reconocer a Jesús como nuestro Salvador,
y todo lo que eso conlleva.
Asimismo, esta festividad debe permanecer en el tiempo,
siendo fundamental que desde la familia se mantenga, se valore y se transmita,
para que futuras generaciones disfruten de ella. A pesar de los conflictos
terrenales, de épocas difíciles como la que hoy atravesamos, debemos fortalecer
nuestros valores, la esperanza en que Jesús, el Salvador, camina
con nosotros en medio de todo ello.
Solo dando el verdadero valor a la Navidad podremos
disfrutar de la alegría del
bienestar y la esperanza en un mundo mejor. Es muy valioso dedicar tiempo
a la familia, los verdaderos amigos, y a Dios. Será cada uno el
encargado de su propia felicidad provocando el encuentro
con Jesús y con los demás. ¿Estás preparado? ¿Quieres ser parte
de una comunidad mayor que vive y muestra lo verdaderamente importante? ¡Vamos!
¡Alégrate! ¡Jesús viene para hacerte feliz!
Buenos días, confiando siempre que Jesús nos ayudara a
estar preparados para su llegada.