Viernes 9 de junio - Evangelio del domingo

En el Evangelio (Jn 3:16-21) continúan las palabras de Jesús a Nicodemo:




“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.”


Reflexión del Evangelio según san Juan 3:16-21



En este pasaje se ve que las enseñanzas de Jesús toman un giro importante: la contemplación del amor de Dios Padre en el Hijo: Jesús, enviado por amor a la humanidad entera, para la salvación de ésta y darle Vida Eterna. Al mirar a Jesús se ve reflejado que Dios Padre nos ama, sí nos ama de verdad, y nos ama mucho.

Por medio de Jesús conocemos que Dios nos ama con amor de Padre y Madre, sí y a veces aunque sabemos que nuestro padre o madre nos aman y que quieren lo mejor para nosotros no los hacemos caso y….¿por eso dejamos de quererlos?

O ¿dejan ellos de hacerlo? Claro que no. Lo mismo pasa con Dios que nos ama con locura y en ocasiones no le hacemos caso, pero ahí está él para recordarnos su amor y darnos otra vez un abrazo, otra oportunidad.

Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios ama a la humanidad con amor gratuito y sin límites. Por eso la Cruz por la que pasó Jesús permanece como símbolo del amor de Dios sin medida. Ella demuestra lo lejos que es capaz de ir Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) al jugársela por la humanidad; sin embargo, en la mayoría de las veces preferimos más andar en las tinieblas, hacer lo que nos da la gana aunque no esté bien, Dios sabe que nos podemos equivocar y por eso nos está esperando. 

Por tanto, ha de quedar claro que Jesús, Crucificado y Resucitado, es aquel que ayuda a querer amar a Dios por encima de todas las cosas.

Deja unos momentos para ti:

Reflexión personal:

¿Sientes a ese Dios Padre-Madre en tu vida?
¿Eres consciente de las veces que Dios te espera y te abraza?
¿En qué momentos has sentido el abrazo de Dios Padre-Madre?



Buenos días elaborados por Ignacio Rivas 

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