Martes 11 de febrero - La mirada de Jesús





¿Cómo sería la mirada de Jesús?

El evangelio nos dice algo.

Fragmento de la homilía del Papa Francisco del 21 de septiembre de 2015 en Cuba sobre la vocación de Mateo.

Un día, como otro cualquiera, mientras estaba sentado en la mesa de la recaudación de los impuestos, Jesús pasaba, lo vio, se acercó y le dijo: «Sígueme. Y él, levantándose, lo siguió».

Jesús lo miró. Qué fuerza de amor tuvo la mirada de Jesús para movilizar a Mateo como lo hizo; qué fuerza han de haber tenido esos ojos para levantarlo. Sabemos que Mateo era un publicano, es decir, recaudaba impuestos de los judíos para dárselo a los romanos. Los publicanos eran mal vistos e incluso considerados pecadores, y por eso vivían apartados y despreciados por los demás. Con ellos no se podía comer, ni hablar, ni orar. Eran traidores para el pueblo: le sacaban a su gente para dárselo a otros. Los publicanos pertenecían a esta categoría social.

Y Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida como a Zaqueo, a Bartimeo, a María Magdalena, a Pedro y también a cada uno de nosotros. Aunque no nos atrevamos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy uno en el que Jesús puso su mirada.

Seguramente en algún momento de nuestra vida hemos sentido alguna sensación similar. Os invitamos ahora a que cerréis los ojos, os coloquéis cómodos, no para dormir, sí para no preocuparme de cómo está mi cuerpo... y con los ojos cerrados hagamos tres inspiraciones profundas para ser conscientes de cómo es mi propia respiración. 
Ahora os invitamos a que intentéis recordar algún momento en que alguien solamente con su mirada, o con un saludo, con una sonrisa, con un gesto... os ha hecho sentir bien, os ha alegrado el día, os ha animado a hacer algo... recordad eso durante un para de minutos.

(se deja dos minutos de silencio con los ojos cerrados)

Respiramos de nuevo profundamente para hacernos conscientes de nuestra respiración y centrar la atención...

Ahora intentad imaginar qué os diría Jesús a vosotros si os viese, cómo os haría sentir, ¿qué crees que te diría? 

(Se dejan otros dos minutos de silencio)

Jesús nos llama, nos mira, nos invita a seguirle. La invitación está hecha y la respuesta es personal.
Esta tarde en casa recuerda esto y vuelve a pensarlo.

Buen día.


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