¡Buenos días!
Escucha con atención e intenta imaginar la situación. Esta
semana de adviento en la que estamos (ya tercera) procuraremos meditar sobre la figura de un
personaje en aquellos tiempos que refleja
fielmente como actuamos aún hoy muchos de nosotros. ¡Date la oportunidad de pensar sobre ello!
El Posadero
El Señor Gamaliel se afana en pintar su posada y sacar de
la bodega todo aquello que se parezca a una cama o a un catre. La autoridad ha ordenado que
todas las personas se empadronen en la ciudad donde han nacido
sus antepasados. Se frota las manos porque Belén es
una de esas ciudades. Se llenará de gente.
Las caravanas se acercan a la ciudad. Todos protestan y gritan contra la autoridad porque les ha obligado a salir de sus casas y caminar muchos días. El trasiego de gente es asfixiante. El señor Gamaliel no admite a cualquier persona. Él solo recibirá a los forasteros con dinero.
Al caer la tarde llega un hombre joven pidiendo posada. Su mujer va montada en un borriquillo y está embarazada, muy pronto dará a luz. Vienen de Nazaret. El posadero los
mira y piensa que no le interesan, porque un parto en estas
circunstancias estropearía el
negocio. Además, ¿dónde los mete? Todo está lleno, que se busquen la vida.
De madrugada, como si fuera un huracán empiezan a llegarle
noticias. Vecinos y amigos llaman a la puerta de la posada. Están indignados. Se quitan la
palabra unos a otros, echan en cara al posadero no haber
acogido a una madre a punto de
dar a luz.
—¡Gamaliel!,
¡Gamaliel! ¿Qué has hecho amigo? Se leerá a través de generaciones “…y dio a luz…lo acostó en un
pesebre, porque no había hallado lugar en la posada” Has cerrado tu puerta al “Esperado de Israel”
—¡Vecino Posadero! Solo te interesa engordar tu bolsillo.
El Señor Gamaliel alza sus brazos y grita: ¿Qué pasa?
¿Quién me ha pedido posada y no se la he dado? ¿De qué me estáis
hablando?
—Los pastores de las montañas han contado que en Belén ha
nacido el Mesías anunciado. —Dice un vecino— Ellos ya lo han
visto. Cantaban unos ángeles.
—Pero ¿quién se fía de los pastores?
—Yo lo he visto. —Explica la lavandera—. He estado allí.
El Niño ha nacido en una cueva porque tú no le has dado posada. Se necesita tener la cabeza
dura para dejar pasar al mismo Dios que llama a tu
puerta. Además, has mentido, porque había sitio en tu posada.
—¡Fuera de aquí! —grita el posadero y cierra la
puerta.
El Señor Gamaliel está agotado. Las noticias que ha oído
dan vueltas en su cabeza. La gente está loca —piensa— Sube a la azotea y se sienta,
necesita despejarse. Mira al cielo y observa cómo una de las
estrellas se dirige hacia las montañas. Se levanta y grita:
—¡Una estrella se mueve! ¿Yo también me estoy volviendo
loco? Ángeles que cantan, pastores que engañan, he echado al Mesías de mi casa y ahora la estrella que vuela.
El posadero se coge la cabeza con las manos y piensa ¿Qué
he hecho yo? ¿Qué pasa que todo el mundo me culpa? ¿Qué es esta historia? Un recuerdo
llega a su mente. Cuando era niño su padre le dijo que era
Belén la ciudad donde iba a nacer el Mesías. Lo
había olvidado. Él vive para sus negocios y sabe poco de estas cosas, pero que le digan que ha cerrado la puerta a
un niño eso no lo consiente. Del fondo de su corazón dice
con palabras cansadas pero sinceras: —Perdón, perdón. Y ahora ¿qué tengo
que hacer?
De la calle sube el sonido de una flauta. El Señor
Gamaliel no comprende nada, pero ha decidido asumir todo lo que le vaya ocurriendo. El pastor de la
flauta le dice que la madre del
Niño quiere hablar con él.
Caminan juntos hacia el Portal. El posadero recuerda la
imagen de la joven embarazada que se paró ante su puerta. Cómo le gustaría volver la
historia al principio, la acogería a ella y a
su marido en la mejor habitación, pero ya
era tarde.
Llegan al Portal. El posadero no se atreve a entrar. María
sale a su encuentro y le dice:
—No es tarde.
Todavía es tiempo. El Señor volverá a pasar. Abre bien los ojos de tu corazón porque llamará
a tu puerta “disfrazado”, como joven
sin trabajo, como una familia con hambre, como un anciano
solo, como un enfermo
que no tiene para curarse, como un niño abandonado, como
un extranjero sin papeles, como mujer maltratada… Pasará y entonces no pierdas de nuevo la
ocasión de abrirle la puerta, hazle entrar para curar sus
heridas y atenderlo con todo el
cariño que puedas.
Suena la música. Es la fiesta. Toda la ciudad de Belén
está presente en el Portal, para cantar al Niño, abrazar a María, ayudar a José y felicitar
al posadero porque acoge en su
corazón a Dios Niño.
El Señor Gamaliel volvió a
su casa cantando: “Es mi casa tu hogar, llama a la puerta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario