Lunes, 12 de diciembre de 2022. Contigo nace la paz.

 

 

¡Buenos días!  

Escucha con atención e intenta imaginar la situación. Esta semana de adviento en la  que estamos (ya tercera) procuraremos meditar sobre la figura de un personaje en  aquellos tiempos que refleja fielmente como actuamos aún hoy muchos de nosotros.  ¡Date la oportunidad de pensar sobre ello!

El Posadero

El Señor Gamaliel se afana en pintar su posada y sacar de la bodega todo aquello  que se parezca a una cama o a un catre. La autoridad ha ordenado que todas las  personas se empadronen en la ciudad donde han nacido sus antepasados. Se  frota las manos porque Belén es una  de esas ciudades. Se llenará de  gente.

Las caravanas se acercan a la  ciudad. Todos protestan y gritan  contra la autoridad porque les ha  obligado a salir de sus casas y  caminar muchos días. El trasiego de  gente es asfixiante. El señor Gamaliel  no admite a cualquier persona.  Él solo recibirá a los forasteros con  dinero.

Al caer la tarde llega un hombre joven  pidiendo posada. Su mujer va  montada en un borriquillo y está  embarazada, muy pronto dará a luz. Vienen de Nazaret. El posadero los mira y  piensa que no le interesan, porque un parto en estas circunstancias estropearía  el negocio. Además, ¿dónde los mete? Todo está lleno, que se busquen la vida.

De madrugada, como si fuera un huracán empiezan a llegarle noticias. Vecinos y  amigos llaman a la puerta de la posada. Están indignados. Se quitan la palabra  unos a otros, echan en cara al posadero no haber acogido a una madre a punto  de dar a luz.

—¡Gamaliel!, ¡Gamaliel! ¿Qué has hecho amigo? Se leerá a través de  generaciones “…y dio a luz…lo acostó en un pesebre, porque no había hallado lugar en la posada” Has cerrado tu puerta al “Esperado de Israel” —¡Vecino Posadero! Solo te interesa engordar tu bolsillo.

El Señor Gamaliel alza sus brazos y grita: ¿Qué pasa? ¿Quién me ha pedido  posada y no se la he dado? ¿De qué me estáis hablando?

—Los pastores de las montañas han contado que en Belén ha nacido el Mesías  anunciado. —Dice un vecino— Ellos ya lo han visto. Cantaban unos ángeles.

—Pero ¿quién se fía de los pastores?

—Yo lo he visto. —Explica la lavandera—. He estado allí. El Niño ha nacido en  una cueva porque tú no le has dado posada. Se necesita tener la cabeza dura  para dejar pasar al mismo Dios que llama a tu puerta. Además, has mentido,  porque había sitio en tu posada.

—¡Fuera de aquí! —grita el posadero y cierra la puerta.

El Señor Gamaliel está agotado. Las noticias que ha oído dan vueltas en su  cabeza. La gente está loca —piensa— Sube a la azotea y se sienta, necesita  despejarse. Mira al cielo y observa cómo una de las estrellas se dirige hacia las  montañas. Se levanta y grita:

—¡Una estrella se mueve! ¿Yo también me estoy volviendo loco? Ángeles que  cantan, pastores que engañan, he echado al Mesías de mi casa y ahora la  estrella que vuela.

El posadero se coge la cabeza con las manos y piensa ¿Qué he hecho yo?  ¿Qué pasa que todo el mundo me culpa? ¿Qué es esta historia? Un recuerdo  llega a su mente. Cuando era niño su padre le dijo que era Belén la ciudad  donde iba a nacer el Mesías. Lo había olvidado. Él vive para sus negocios y  sabe poco de estas cosas, pero que le digan que ha cerrado la puerta a un niño  eso no lo consiente. Del fondo de su corazón dice con palabras cansadas pero  sinceras: —Perdón, perdón. Y ahora ¿qué tengo que hacer?

De la calle sube el sonido de una flauta. El Señor Gamaliel no comprende nada,  pero ha decidido asumir todo lo que le vaya ocurriendo. El pastor de la flauta le  dice que la madre del Niño quiere hablar con él.

Caminan juntos hacia el Portal. El posadero recuerda la imagen de la joven  embarazada que se paró ante su puerta. Cómo le gustaría volver la historia al  principio, la acogería a ella y a su marido en la mejor habitación, pero ya era  tarde.

Llegan al Portal. El posadero no se atreve a entrar. María sale a su encuentro y  le dice:

No es tarde. Todavía es tiempo. El Señor volverá a pasar. Abre bien los  ojos de tu corazón porque llamará a tu puerta “disfrazado, como joven sin  trabajo, como una familia con hambre, como un anciano solo, como un enfermo

que no tiene para curarse, como un niño abandonado, como un extranjero sin  papeles, como mujer maltratada… Pasará y entonces no pierdas de nuevo la  ocasión de abrirle la puerta, hazle entrar para curar sus heridas y atenderlo con  todo el cariño que puedas.

Suena la música. Es la fiesta. Toda la ciudad de Belén está presente en el  Portal, para cantar al Niño, abrazar a María, ayudar a José y felicitar al posadero  porque acoge en su corazón a Dios Niño.

El Señor Gamaliel volvió a su casa cantando: “Es mi casa tu hogar, llama a la puerta”.


El Señor Gamaliel volvió a su casa cantando: “Es mi casa tu hogar, llama a la puerta”.


Dios, hecho Niño, llega a nuestra casa, a  nuestra familia, a nuestro mundo; estemos  atentos porque a veces llega “disfrazado”.  ¡Hagamos un sitio para Él!

Os recordamos la campaña, "Kilos de solidaridad" no dejes perder la oportunidad de ser generoso/a.

                                                                Realizado por : Begoña Mate

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