Viernes, 15 de diciembre de 2023. "Contigo somos luz"

  

OH, SOL QUE NACES DE LO ALTO, RESPLANDOR DE LA LUZ ETERNA, SOL DE JUSTICIA, VEN AHORA A ILUMINAR A LOS QUE VIVEN EN TINIEBLAS Y EN SOMBRA DE MUERTE.

 


El próximo domingo 24 de diciembre, último domingo de adviento, aparecen tres títulos del Mesías con un punto en común: la luz. Jesucristo se definió a sí mismo como “Luz del mundo”, que viene a iluminar las tinieblas. Por eso este año celebramos nosotros la Navidad en el colegio con el lema: CONTIGO SOMOS LUZ.

En el Evangelio de Lucas, Zacarías alude a la llegada del Mesías diciendo: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte” (Lc 1,78). En latín se dice “Oriens”. Es el sol naciente.

Pero referido al Mesías adquiere una fuerza inusitada: es una luz que se origina, que nace en el tiempo, pero que está llamada a no menguar ni guardarse. El “Oriens”, el “Sol de Justicia” no conoce el ocaso. Así lo afirma el pregón pascual: “ese lucero que no conoce el ocaso, y es Cristo, tu Hijo resucitado”. Jesús es “Resplandor de la luz eterna”, de la luz divina incesante.

En esta víspera de la Navidad, la Iglesia entera madruga para ver el amanecer. Sin duda, una de las experiencias más bonitas de la naturaleza. ¡Cuántos amaneceres tenemos en nuestra memoria! Pero este amanecer es diferente. De hecho, es único: la Iglesia madruga en Adviento para prepararse a la salida del Oriens.

Durante el tiempo de adviento, como ocurre en los minutos antes de la salida del sol, todo se va iluminando con tonos diferentes, que aluden a las diferentes profecías salvíficas que hemos visto estas cuatro semanas. En ellas hemos contemplado las promesas que Dios va a cumplir.

Pero sobre todo, hemos visto prefigurado al Mesías, a quien esperamos ver ardientemente. Este amanecer que contemplamos es único en la historia, porque es el Oriens quien va a levantarse para no ponerse nunca.

Preparemos nuestros corazones para esta noche, en que la Iglesia —cada uno de nosotros— quiere estar junto a María y José para adorar al Niño y alegrarnos por el esplendor que irradia la luz eterna del Verbo encarnado.

¡Gracias, Señor, por amarnos tanto! ¡Gracias por ser tan grande y hacerte tan pequeño!

¡Que nos dejemos abrasar por los rayos de la luz eterna que salen de este Sol envuelto en pañales!

Vamos a rezar un Ave María, una vez más, para pedir que el sentimiento de luz nos envuelva y nos de la esperanza en un mundo mejor.

 

                                                                                Realizado por: Mª Begoña Maté.

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