¿Ya has descubierto cuál es esa luz que alumbra en tu
interior? Si es así…¡enhorabuena!, a seguir iluminando… y si no… a seguir
buscando, porque en cada uno de nosotros hay mucha luz, ¡seguro!
Tal
vez lo que nos pase es que nos esperaríamos otra luz distinta, de otro color,
más brillante…como la del amigo o la del vecino, y no valoramos esa que está
alumbrando dentro de nosotros, y que es la más valiosa, porque es la nuestra.
Escucha esta historia:
Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que
ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban
ni escarbaban; la liebre era una estupenda corredora, pero no podía volar ni sabía
nadar... Y así todos los demás. ¿No habría
una manera de establecer una academia para mejorar la raza animal?
Dicho y hecho. En la primera clase de carrera, la liebre
fue una maravilla, y todos le dieron sobresaliente; pero en la clase de vuelo subieron
a la liebre a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, liebre!”. El animal saltó
y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos patas y fracasó
también en el examen final de carrera. El pájaro fue
fantástico volando, pero le pidieron que excavara como
el topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar;
con lo que ni aprobó la prueba de excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.
Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estupendo pez,
un magnífico pez, pero no tiene por qué ser pájaro. Un hombre inteligente
debe sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse en triunfar en deportes, en
mecánica y en arte a la vez. Sólo cuando aprendamos a amar en serio lo que somos,
seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla. En ese momento
descubriremos cuál es nuestra luz, y alumbraremos de verdad a los demás.
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