Es
posible que alguno de nosotros podamos pensar: ¿y yo cómo voy a ser luz? ¿qué
puedo iluminar, qué puedo aportar a los demás? Tal vez nos ayude este relato:
Una estrella recién
nacida tomó entre sus manitas de luz a una luciérnaga que volaba en el
espacioso jardín de la noche.
Eres muy pequeñita -le
dijo- y tu luz es muy débil…
La luciérnaga se detuvo
sobre la hoja de un ciruelo bajando la cabeza para que su hermana estrella no
supiera de su tristeza.
Eres tan llena de luz
–respondió la luciérnaga con un hilo de voz- y agregó: ...y sin embargo,
hermana mía, estás tan ciega…
(…). No importa lo grande
que seas tú, y cuán pequeña parezca yo, lo que sí es importante es que ambas
somos portadoras de luz.
Tú dejas tus huellas
gigantescas en el inconmensurable cielo; a mí me basta con iluminar el sendero
de los pequeños insectos voladores para que en sus viajes nocturnos no sean
atrapados por telarañas y otros peligros.
Cada uno ayuda según la
luz que posee, no interesa la grandeza o pequeñez del servicio.
Lo que sí es importante
es que éste sea producto de la luz que cada uno tiene en su corazón. La fuente es la misma.
("Cuentos para el alma" de
Ada Albrecht)
Piensa durante unos momentos a quién y cómo puedes
iluminar. ¿Para quién puedes ser luz? ¿Para tus amigos y compañeros? ¿Para tu
familia? ¿Para…? Tu luz será más grande o más pequeña, pero sin ella estaremos todos
un poco más en la oscuridad…
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