¡Buenos días!
Seguimos avanzando en la
reflexión sobre la encíclica del Papa Francisco que nos dice:
“La Carta de la Tierra nos invitaba a
todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero
todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por
eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes
en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo
[…] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva
reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad;
por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre
celebración de la vida.
Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí
hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás criaturas en su propio
valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse
límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea. La
actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la
autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y
del medio ambiente, y que hace brotar
la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada
decisión personal fuera de uno mismo. Cuando somos capaces de superar el
individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y
se vuelve posible un cambio importante en la sociedad”.
La encíclica nos dice que no
somos islas, somos algo más que individuos, somos comunidad por eso después de
leer este texto podríamos reflexionar sobre:
¿Soy individualista? ¿Por qué
necesito a y de los demás para vivir?
¿Por qué necesito un entorno saludable? ¿Cómo construyo yo mi relación
con los demás…, con la naturaleza… y con Dios…?. Podemos ponerlo en común.
¡María auxiliadora de los cristianos…!
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