¡Buenos días!
Y… ¡Por fin llegamos al
final de la primera semana entera después de las vacaciones! Seguro
que nos ha costado un poco más de lo normal, pero estoy convencido
de que la proximidad del fin de semana es estímulo suficiente para
hacer más llevadero el día. El viernes es costumbre destinarlo a la
lectura del Evangelio correspondiente al día del Señor. Por tanto,
hoy vamos a realizarla y, posteriormente, hacer unas preguntas de
reflexión.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (21,1-19):
En
aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al
lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos
Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de
Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón
Pedro les dice: «Me voy a pescar.»
Ellos
contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron
y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya
amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los
discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús
les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos
contestaron: «No.»
Él les
dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La
echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.
Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el
Señor.»
Al oír
que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la
túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la
barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros,
remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas
con un pescado puesto encima y pan.
Jesús
les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón
Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de
peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se
rompió la red.
Jesús
les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque
sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo
da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se
apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los
muertos.
Después
de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me
amas más que éstos?»
Él le
contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús
le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por
segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le
contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le
dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por
tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se
entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería
y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús
le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú
mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo,
extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no
quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a
Dios.
Dicho
esto, añadió: «Sígueme.»
Reflexión:
- ¿Es la palabra del Señor fuente de vida? ¿Por qué?
- El testimonio de los discípulos al ver a Jesús resucitado entre ellos… ¿Es también fuente de vida? ¿Por qué?
- Y nosotros, ¿También estamos llamados a serlo? ¿Cómo lo podemos hacer?
Para
concluir esta semana dedicada a la VIDA,
hagamos decidido compromiso de ser fuente de vida para nosotros
mismos y para aquellos que nos rodean y pongamos entre otros
cimientos una mirada diferente.
María,
Auxiliadora de los cristianos…
Buenos Días elaborados por Luis Miguel Recio
No hay comentarios:
Publicar un comentario