Hola,
de nuevo por aquí para compartir con vosotros.
A
lo mejor nos pensamos que los santos son personas con super-poderes
que ya nacen así, con capacidad de hacer todo absolutamente así de
bien…
La
verdad es que yo, a vuestra edad, no era ninguna santita, No, no…
Lo cierto es que era muy creída y presumida. Trabajando en la viña
superaba a los hombres en rapidez; en el catecismo, era la que mejor
sabía la lección y dejaba atrás a los chicos; era inteligente y
soñaba con ser la primera en todas las ocasiones. También era
caprichosa y una vez conseguí que mi padre me comprara unas botas de
moda, ¡cómo me gustaba sentirme mejor que las demás!
Lo
que pasa es que el cura de mi pueblo, Don Pestarino, aunque era muy
simpático y amable, en cuanto veía que me pasaba un poco, me daba
un toque. Me decía: “María, esas cualidades que tú tienes ¿crees
que son para restregárselas a los demás por la cara? ¿Por qué no
las usas para ayudarles?
¡Claro!
a mí daba una rabia… pero, al final me daba cuenta de que él
tenía razón… Gracias a la ayuda de Don Pestarino, me fui tomando
en serio eso de vivir el mensaje de Jesús. Me costó esfuerzo,
equivocaciones, rebeldías, volver a empezar, reconocer mis errores…
Una
vez les dije a mis sores: “No quiero hermanas que no tengan
defectos, quiero hermanas que no hagan paz con los defectos. Con
ayuda de Jesús es posible vencerlos.
Un
día nos robraron todo lo que teníamos en la casa de la Valponasca,
por esos nos mudamos al pueblo. En aquellos tiempos, no había ni
ONGs, ni Casas de Cultura, ni Clubes de tiempo Libre, pero sí había
asociaciones. Una chica del pueblo de al lado, ayudada por Don
Pestarino, montó en la Iglesia una, que se llamaba Hijas de la
Inmaculada. Me apunté.
¿Para
qué servía? Ayudar a los demás y ayudarnos a ser cada vez mejores
personas, tratando de hacer lo que Jesús nos pedía.
En
1852, tenía yo 15 años,
se
declaró una epidemia de tifus. Era una enfermedad terrible, muchas
veces mortal.
Don
Pestarino me pidió que cuidara a mis tíos y primos que se había
contagiado. Me costó mucho, pero acepté. Mi familia se recuperó
pero yo me contagié. Estuve durante dos meses al borde de la
muerte.
Conseguí
curarme pero me quedaron graves secuelas. Ya no volví a recuperar mi
fuerza y no pude trabajar en el campo nuca más. ¡Yo, que siempre
ganaba a todos, ahora me sentía que no era nadie!
Me
sentía desorientada ¿Qué podía hacer? Un día, cuando pasaba
cerca del castillo de los Marqueses y me pareció ver un extraño
edificio, como un lugar donde había muchas niñas jugando. Oí una
voz: ¡A ti te las confío!
No
entendía nada. Se lo conté a Don Pestarino y me dijo que aquello
eran imaginaciones de mi debilidad. Entonces se me ocurrió: ¡Seré
modista! Convencí a mi amiga Petronila y nos fuimos a aprender a
coser con el sastre y la modista del pueblo.
Cuando
ya dominábamos el oficio, montamos un taller para enseñar a las
niñas del pueblo. Con un doble objetivo: “les enseñaremos a coser
y les ayudaremos a que crezcan siendo unas buenas personas”. Las
madres se fiaban de nosotras y tuvimos a muchas alumnas.
Bueno,
hoy os invito a pensar qué hacéis cuando llegan los momentos
difíciles. Yo no me dejé vencer. Lo compartí con Jesús, confié
en Él y también en las personas que Él había puesto en mi vida:
Don Pestarino, Petronila.. ¿Cómo actúas tú cuando llega la
dificultad? ¿Eres de los que te hundes o buscas cómo salir a flote?
¿En esos momentos, sientes que te ayuda la fe?
Hoy
vamos a dar gracias por las personas que nos ayudan. Vamos también a
presentar al Señor eso que más nos cuesta, eso que nos agobia y que
nos hace sufrir. Con confianza.
Y
os dejo un vídeo, que sé que os gusta… ¡Buenos días!
Buenos Días elaborados por Conchi Muñoz
FOTOGRAFÍA SOLIDARIA
Ya sabéis que podéis comprar tickets para haceros unas fotos super chulas el día de María Auxiliadora. Las fotografías cuestan 1,5 € y el dinero recaudado irá destinado al Domisal. Podéis comprar los tickets a Patricia o Maite.
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