Tenía que esperar más de una hora a que llegara el tren para volver a Turín. Mientras esperaba, un grupo de muchachos llamó mi atención: jugaban, gritaban, nos estaban volviendo locos a todos los pasajeros que andábamos por allí. Los gritos: ¡Espera! ¡Agarra a ese! ¡Dale! ¡Píllalo!... llegaban perfectamente hasta nosotros… Entre todas las voces había una voz que se escuchaba mucho más que todas las demás. Parecía como la voz de un capitán, al que todos obedecían y seguían…
Me entró una enorme curiosidad por saber quién podría dirigir a un grupo tan movido de chavales. Viendo que, estaban todos en una piña, me acerqué y me situé entre ellos… Todos se apartaron (ver a un cura con sotana irrumpir en sus historias…), todos menos él. Él avanzó hacia mí con actitud chulesca y me dijo un poco subidito de tono:
- ¿Quién es usted para meterse en nuestras historias?
- Soy un amigo tuyo.
- ¿Y qué quiere?
- Pues, si no os importa, me gustaría que me dejaseis jugar y divertirme con vosotros.
- Pero, ¿quién es usted? No lo conozco.
- Ya te he dicho. Un amigo tuyo. Y tú, ¿quién eres?
- ¿Qué quién soy? Pues, Miguel Magone – añadió con voz sonora y firme – el líder de esta panda.
Entretanto, el resto de muchachos fueron incorporándose a nuestra conversación. Los saludé y seguí charlando con Magone.
- Querido Magone, ¿cuántos años tienes?
- Trece.
- ¿Vas a confesarte alguna vez?
- Pues sí, dijo riéndose.
- ¿Aprendes algún oficio?
- Sí, hombre… el de no hacer nada.
- Pero, algo estarás haciendo, ¿no?
- Bueno, voy al colegio…
- ¿Vive tu padre?
- No, murió
- ¿Y tu madre?
- Sí… la pobre trabaja todo el día para intentar darnos de comer a mí y a mis hermanos. ¡La traemos por la calle de la amargura!
- Y, ¿qué piensas hacer más adelante, en tu futuro?
- Algo tendré que hacer… pero todavía no tengo ni idea.
La verdad es que parecía un chico muy sensato y sus palabras me hicieron ver el peligro que corría si seguía en esta línea… Pero también me daba cuenta de que a un muchacho con esa capacidad, tan vital, si se le echaba una mano, podría dar mucho de sí…
- Querido Magone, ¿no serías capaz de dejar esta vida de vago y ponerte a aprender un oficio o a estudiar?
- ¡Claro que sería capaz! No me mola nada esta vida que llevo… Tengo amigos que están en la cárcel y me temo que lo mismo me pueda pasar a mí… Pero, ¿qué quiere usted que haga? Mi padre murió, mi madre no tiene pasta… No hay quien me pueda ayudar…
Miguel Magone, era un chico con dificultades que supo aprovechar la oportunidad que le dio Don Bosco para cambiar. Ya en el oratorio se convirtió en un ejemplo para sus compañeros y les ayudó a comportarse bien y ser buenos estudiantes.
En nuestra vida se nos dan muchas oportunidades para cambiar, para mejorar, para hacer el bien, para ayudar a los demás. En ocasiones no confiamos de quienes nos dan oportunidades o preferimos ser pasivos y no hacer algo bueno.
Ojalá sepamos seguir el ejemplo de jóvenes como Domingo Savio y Miguel Magone para cada día seguir creciendo, haciendo el bien y ayudando a los demás.
Buen día.
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