“Me horroricé al contemplar cantidad de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos y robustos, de ingenio despierto, que estaban allí ociosos, atormentados por los insectos y faltos en absoluto del alimento espiritual y material. Constaté, también, que algunos volvían a las cárceles porque estaban abandonados a sí mismos. Quién sabe, decía para mí, si estos muchachos tuvieran fuera un amigo que se preocupase de ellos e instruyese, si no se reduciría el número de los que vuelven a la cárcel” (MO 111).
Éste fue el detonante que movió el corazón educador del apóstol de los jóvenes: hacer todo lo posible para que el joven no tuviera aquella horrible experiencia. Prevenir y adelantarse a las dificultades y problemas que fuera a encontrar: falta de instrucción, falta de preparación para el trabajo, falta de medios para divertirse conforme a su edad, falta de hogar, falta de afecto y ambiente de familia, falta de referencia parroquial y de curas que lo conocieran... falta de todo.
Don Bosco fue tomando decisiones a lo largo de su vida en función de las experiencias vividas. Dando respuestas a los problemas que veía a su alrededor.
Don Bosco era inteligente, pero también era constante, seguro que a el también le gustaba el verde constancia. Se empeñó en cuidar a los jóvenes para que no se metieran en problemas, y acabó fundando colegios y congregaciones religiosas para cuidarlos. El es un gran ejemplo de constancia.
Que sigamos su ejemplo, que seamos constantes en conseguir nuestros objetivos y en mejorar la vida de la gente que tenemos a nuestro alrededor.
Buenos días.
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