Hoy vamos a tratar el tema del reconocimiento de Jesús resucitado en nuestra vida cotidiana. Jesús hoy nos pregunta: ”Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?” (Mc 8, 29)
Podemos contestar a la pregunta del mismo modo que hizo Pedro: “Tú eres el Mesías”, reconociendo que Jesús es el centro de nuestra vida, pero faltará algo más, ¿Nuestra vida imita la suya? ¿realmente Jesús nos hace vivir? Pedro se escandalizó de la profecía que Jesús hizo de su propia vida: “El hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días” (Mc 8, 31). Y apartó a Pedro, cuando quiso reprenderle por no querer aceptar su destino: “El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde la vida?” (Mc 8, 36-38). Jesús habla muy claro, pero nos cuesta mucho escucharle.
La noche anterior a su muerte, Jesús oró al Padre: “que los ames como me amas a mí… para que tu amor por mí pueda vivir en ellos” (Jn 17, 23.26). Dios nos ama como ama a su hijo Jesucristo, y este amor es al cien por cien. Se necesita valor para aceptar con gratitud el amor que Dios siente por nosotros: si Dios me ama, también yo debo creer en mí mismo. Dios es un amigo que sabe todo de mí y, aun así, me acepta tal y como soy. Desde este sueño de amor incondicional, podemos construir nuestra vida, pues Dios no nos fallará nunca.
Piensa en un rato de silencio:
¿Si Dios me ama tal y como soy, puedo ser yo más exigente que Dios?
¿Qué pasaría si devolvemos a los demás el amor incondicional que Dios nos da…?
¿Cómo sería nuestro mundo?
En definitiva, Dios espera que suene tu voz, ¡Que suene tu sí!
María Auxiliadora, ruega por nosotros.
Buenos días elaborados por Ricardo Esteban
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