Buenos días a todos
Ayer comenzamos la celebración del Bicentenario del
nacimiento de D Bosco. Es
interesante conocer el contexto social donde vivió Don Bosco. Una sociedad en
transformación en la que unos pocos vivían bien y el resto sobrevivía. Había
muchos problemas. Don Bosco se fijó en las dificultades que tenían los jóvenes
y quiso cambiar las cosas.
Después
de una infancia difícil, teniendo que ir a estudiar caminando varios
kilómetros, Juan Bosco decide hacerse sacerdote. Quiere dedicarse a trabajar
por los demás. Ya cura, se marcha a Turín, la capital industrial de Italia en
aquel momento (1841). Allí se encuentra con una realidad que marcará toda su
acción.
Invitamos a dos
alumnos a que hagan uno de entrevistador (E) y otro de D. Bosco (DB)
Mis primeros pasos
E - Te haces cura
y te marchas a Turín.
DB -
Sí, encontré una ciudad en ebullición. Era la capital política del reino del
Piamonte. Se estaba fraguando la unidad italiana, y la ciudad cambiaba su
rostro. Yo no conocía más que la pobreza del campo, pero ahora, quedé turbado e
interpelado, al dar una vuelta por las calles de la ciudad.
En
los suburbios fermentaban la revolución y tantos otros géneros de amargura. Los
adolescentes vagabundeaban por las calles, sin trabajo alguno, hundidos y
tristes. Con notable estupor descubrí, junto al gran mercado, otro podrido
mercado de brazos juveniles. Salía por la ciudad y contemplaba grupos de chicos
trepar por los andamios de los albañiles, buscar con desesperación una plaza de
mozo en una tienda, vagar sin rumbo fijo, anunciándose como deshollinadores o
afiladores. Me acercaba a ellos. Pero éstos siempre se alejaban retadores y
desconfiados. Yo quería rebelarme contra todo eso, había que hacer algo por
todos esos jóvenes.
E - Parece que te impresionaron
mucho las cárceles.
DB -
De verdad, me horroricé. Contemplar cantidad de chicos de 12 a 18 años, sanos y
robustos, en aquellas cárceles, no me dejaba tranquilo. Notaba su rabia y
desazón en mi alma. Fui capellán de la cárcel. Y veía cómo esos jóvenes no
tenían a nadie cuando salían de prisión. Les faltaba un amigo. Así que comencé
a trabajar con ellos, organizaba juegos, excursiones, procuraba atenderlos como
mejor podía.
E - ¿Excursiones
con los presos? ¿Hace un siglo?
DB -
¡Sí! No sabes las sorpresas que pueden darte los jóvenes. Mira, te cuento.
Sucedió en 1855. Pedí un permiso especial para llevar a todos los presos de una
cárcel de Turín de excursión a las afueras de la ciudad. Tuve que hablar hasta
con el ministro. Y no fue fácil conseguirlo. Cuando se lo comuniqué a los
presos estallaron de alegría. Pero a mí, no me llegaba la sotana al cuerpo.
E - ¿Se hizo la
excursión? ¿Se escapó alguno?
DB -
¡Qué va! Eso fue lo más maravilloso. Les
dije a los presos que había dado mi palabra de honor al ministro de que ninguno
se escaparía. Es más, pedí que no fuera ningún policía ni funcionarios de la
cárcel. Así que dije a los presos que ellos tenían que responder; yo había
hecho mi parte. Si alguno se escapaba no me dejarían entrar más en la prisión.
Los presos me dieron su palabra. Salí con 300 por la mañana, y con 300 volví
por la noche. Ellos sentían que yo les quería, y no quisieron fallarme.
Reflexión:
A D.
Bosco “no le llegaba la sotana al cuerpo” pero sabía que el amor y la fe hacen
posible lo que parece imposible.
Oración:
Señor, te damos gracias por las personas como San Juan
Bosco.
Le diste un corazón lleno de amor y tan dilatado como las
orillas de los mares.
Haz que, con su ayuda, podamos descubrirte a Ti como Dios de
Amor,
que estás presente entre nosotros
como origen, fuente y meta de todas nuestras actividades
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