La verdadera alegría es un don
Por tanto –concluía– “la verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se lograr con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, del hacerle espacio en nosotros, del acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida” (cf. 1 Ts 5,23) (Angelus, 11-XII-2011).
Por su parte, el Papa Francisco nos viene impulsando a manifestar la alegría del Evangelio, del anuncio y de la transmisión de la fe, del apostolado cristiano: “Pero la del Evangelio no es una alegría cualquiera. Se funda en saberse acogidos y amados por Dios.(…) Su venida entre nosotros fortalece, hace firmes, da valor, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se seca. ¿Y cuándo se seca nuestra vida? Cuando está sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor” (Angelus, 15-XII-2013)
Como consecuencia de ese don de la alegría cristiana –brillante en el adviento como la estrella que conduce a Belén–, “por grandes que sean nuestras limitaciones y desvaríos, no se nos consiente dudar ni vacilar ante las dificultades y nuestras mismas debilidades. Al contrario, estamos invitados a fortalecer las manos, a tener valor y no miedo, porque nuestro Dios nos muestra siempre la grandeza de su misericordia: (…) es un Dios que nos quiere tanto, que por eso está con nosotros, para ayudarnos, fortalecernos y seguir adelante. ¡Ánimo! ¡Siempre adelante! Gracias a su ayuda podemos recomenzar de nuevo”.
Por tanto –concluía– “la verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se lograr con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, del hacerle espacio en nosotros, del acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida” (cf. 1 Ts 5,23) (Angelus, 11-XII-2011).
Por su parte, el Papa Francisco nos viene impulsando a manifestar la alegría del Evangelio, del anuncio y de la transmisión de la fe, del apostolado cristiano: “Pero la del Evangelio no es una alegría cualquiera. Se funda en saberse acogidos y amados por Dios.(…) Su venida entre nosotros fortalece, hace firmes, da valor, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se seca. ¿Y cuándo se seca nuestra vida? Cuando está sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor” (Angelus, 15-XII-2013)
Como consecuencia de ese don de la alegría cristiana –brillante en el adviento como la estrella que conduce a Belén–, “por grandes que sean nuestras limitaciones y desvaríos, no se nos consiente dudar ni vacilar ante las dificultades y nuestras mismas debilidades. Al contrario, estamos invitados a fortalecer las manos, a tener valor y no miedo, porque nuestro Dios nos muestra siempre la grandeza de su misericordia: (…) es un Dios que nos quiere tanto, que por eso está con nosotros, para ayudarnos, fortalecernos y seguir adelante. ¡Ánimo! ¡Siempre adelante! Gracias a su ayuda podemos recomenzar de nuevo”.
Buenos días elaborados por Ignacio Rivas
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