Hoy seguimos recordando a mujeres importantes. En este caso son mujeres anónimas -desconocemos sus nombres- pero sabemos que han realizado pequeños gestos importantes para esta sociedad.
Recordamos a una madre de Sudamérica.
“En el 2012 la explosión
de una bomba puesta por los guerrilleros me destrozó una pierna. La metralla me
provocó decenas de heridas en el cuerpo. De
aquel momento recuerdo los gritos de la
gente y la sangre por todas partes. Pero lo que más me aterrorizó fue ver a mi hija de siete meses, cubierta de
sangre, con muchos trozos de vidrio incrustados en su carita. [...]Yo,
víctima de esa violencia insensata, al
principio experimenté rabia y resentimiento, pero después descubrí que si difundía odio creaba aún más
violencia. Comprendí que dentro de mí y a mi alrededor había heridas más
profundas que las del cuerpo. Comprendí que muchas víctimas necesitaban
descubrir, tal y como lo hice yo, y a través de mí, que tampoco para ellos esto
había terminado y que no se puede vivir de resentimiento. De este modo
empecé a ayudarles: estudié para enseñar a prevenir los accidentes causados por
los millones de minas diseminadas en nuestro territorio. Agradezco a Jesús y a su Madre por haber descubierto que enjugar las
lágrimas de los demás no es tiempo perdido, sino la mejor medicina
para curarse a uno mismo.
Una madre de Asia
Occidental nos habla de sus recuerdos.
“El 6 de agosto de 2014 la ciudad fue
despertada por las bombas. Los terroristas estaban en las puertas. Tres
semanas antes habían invadido las ciudades y las aldeas vecinas, tratándolas
con crueldad. Por eso huimos, pero pocos días después regresamos a casa. Una
mañana, mientras estábamos atareados y los niños jugaban delante de las casas,
resonó en el aire un proyectil de mortero. Salí corriendo. Ya no se sentían las
voces de los niños, pero aumentaban los gritos de los adultos. Mi hijo, su primo y una joven vecina, que se estaba preparando para el
matrimonio, habían sido alcanzados; estaban
muertos. La muerte de estos tres
ángeles nos impulsó a escapar. Si no hubiese sido por ellos, permaneciendo
en la ciudad habríamos caído inevitablemente en las manos de los terroristas. No es fácil aceptar esta realidad. Con
todo, la fe me ayuda a esperar, porque me recuerda que los muertos están en
los brazos de Jesús. Y nosotros, que
sobrevivimos, intentamos perdonar al agresor, porque Jesús perdonó a sus verdugos”.
¡Qué gran valor nos
muestra esta madre! En esta madre escuchamos el eco de las palabras de Jesús: «Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen».
Nos habla de muerte,
de esperanza, de valor y fundamentalmente de perdón. En
esta sociedad tan cargada de violencia, de agresividad y de rencor nos
encontramos a una mujer, una madre que habla de perdonar al agresor, porque Jesús perdonó a sus verdugos.
Con su ejemplo nos muestra que el amor es más fuerte que todo.
Gracias a estas y a
otras muchas mujeres que, con su ejemplo, nos hablan de lo importante
que es el PERDÓN y el AMOR.
Gracias,
Señor Jesús, por la luz que has encendido en nuestras noches y, reconciliando
toda división, nos ha hecho a todos hermanos, hijos del mismo Padre que está en
los cielos.
María, Auxilio de los
cristianos. RUEGA POR NOSOTROS.
Buenos días realizados por Cristina Mencía.
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