Como todos los viernes, acabamos la semana
leyendo el Evangelio de la Eucaristía del próximo domingo. Y los humedales, que
nos han acompañado esta semana, también aparecen, como por casualidad, en este
evangelio.
Cuando Jesús terminó de hablarles, le dijo a Simón: “Lleva la barca a un lugar donde el lago es profundo y tú y tus compañeros echen allí las redes para pescar”. Simón le respondió: “Maestro, trabajamos toda la noche y no pescamos nada. Pero, si Tú lo dices, echaré la red”.
Cuando arrojaron las
redes al agua, pescaron una gran cantidad de peces y sus redes se rompían. Luego hicieron señas a los compañeros de la
otra barca para que los ayudaran. Ellos vinieron y llenaron las dos barcas con
tanto pescado que casi se hundían.
Simón Pedro viendo lo que
había sucedido, se arrodilló ante Jesús diciendo: “¡Señor, aléjate de mí,
porque soy un pecador!”
Simón y los demás que
estaban con él quedaron asombrados por la cantidad de peces que habían
capturado, igualmente Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que eran los
compañeros de Simón, también estaban muy asombrados. Entonces Jesús le dijo a
Simón: “¡No tengas miedo! A partir de ahora estarás pescando personas”. Después
de arrastrar las barcas a tierra, dejaron todo y siguieron a Jesús.
Sin esperar un milagro, trabajar día a día, tener esperanza, fe,
confianza
y hacer tuya esta frase:
«¿Rendirme?, lo siento
eso no va conmigo»
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