Viernes 19 de Abril PAN QUE SE PARTE PARA LOS DEMÁS

 Buenos días, hoy escucharemos la palabra de Dios e intentaremos ponerla en práctica en nuestras vidas.


No permitamos que nuestras celebraciones se conviertan en un monólogo sin  atractivo


EVANGELIO – El pan que ha bajado del cielo. Jn 6, 52-59


En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre''.
Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

Para tu reflexión personal:

Jesús nos dice: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él ”. Estas palabras solo pueden entenderse desde una espiritualidad orante que nos abre a la experiencia radical de Dios en nuestro interior. Juan muestra en su Evangelio la fiabilidad del amor de Dios. En Cristo no hay preocupación por sí mismo. Su corazón ha encontrado la paz perfecta a través de su entrega a la voluntad del Padre. Ése es su alimento (Jn 4, 34). Orar es entregarse al amor de Dios, abandonarse a uno mismo y decir de todo corazón y sin temor: “Que venga tu reino Señor; que se haga tu voluntad”. La oración me transforma en pan que se parte para los demás. En el partir el pan es donde constato el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús. Si he de vivir este misterio debo orar, y entregar mi vida radicalmente para hacer su voluntad. Solo puedo construir sobre la fuerza amorosa de Dios, a nosotros solo nos queda ser adoradores de este misterio en espíritu de pobreza y desprendimiento. Como decía San Juan de la Cruz: “Dios nos conoce y ama, solo tenemos que vivir en una atenta y amorosa expectación”, como pan que se parte.

Maria auxiliadora, ruega por nosotros…


Buenos días realizados por Ricardo Esteban.


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