Lunes 18 de diciembre: Hacer un mundo mejor

Buenos días:
Hoy nos van a dar los Buenos Días desde megafonía, pero para todos los que no estáis en el cole y queréis disfrutarlos también, aquí están:



UN  HUECO EN EL BELÉN

Simón era una pequeña figurita de plástico para poner en cualquier esquina de un Belén navideño. Había nacido en una gran fábrica en China y ni siquiera estaba muy bien pintado, así que siempre le tocaba estar lejos del portal, rellenando cualquier hueco o dejándose mordisquear por los niños de la casa. Pero quería mucho al Niño, quien todos los días le miraba y sonreía desde el pesebre. Él solo soñaba con que algún año le colocaran cerca del portal…
Una noche, poco antes de Navidad, María hizo llamar a todo el mundo.
María.- Necesitamos vuestra ayuda. Está a punto de empezar una gran guerra y Jesús ha tenido que irse para tratar de evitarla. Alguien tiene que sustituirle hasta que vuelva.
Ángel.- Yo lo haré - dijo un precioso angelito-. No creo que sea difícil hacer de bebé.
El angelito  ocupó su puesto en el pesebre, así que otro angelito tuvo que ocupar el lugar que dejó vacío. A ese otro angelito lo sustituyó un pastorcillo… y así muchas figuritas tuvieron que cambiar sus puestos. Con los cambios, Simón terminó haciendo de pastor, mucho más cerca del portal de lo que le había tocado nunca.
Pero no salió bien. El angelito era precioso y lloraba como un bebé, pero se notaba muchísimo que no era el Niño. José tuvo que pedirle que se marchara y buscaron otro sustituto. Nuevamente las figuritas cambiaron sus puestos y Simón terminó aún más cerca del portal.
El nuevo sustituto tampoco supo imitar al Niño. Y tampoco ninguno de los muchos otros que siguieron probando durante toda la noche. Con los cambios, Simón llegó a estar bastante cerca del portal.
Emocionado, ayudaba en todo lo que podía: cepillaba los animales, limpiaba el establo, llevaba el agua, charlaba con los ancianos, cantaba con los angelitos... Lo hizo tan bien que, cuando por fin encontraron un buen sustituto, María y José le dejaron quedarse por allí cerca.
Era la más feliz figurita del mundo y solo una cosa le intrigaba: había ido por agua cuando eligieron al sustituto y no había visto quién era. Siempre que miraba estaba cubierto por las sábanas y, como nadie echaba de menos al verdadero Niño, Simón tenía la esperanza de que fuera el mismo Jesús quien había vuelto. Un día no pudo más y, aprovechando que era temprano y todos dormían, miró bajo las sábanas…
Y una enorme lágrima rodaba por su mejilla. María le miraba dulcemente.
Simón: - No está…
María: - Lo sé. No hay nadie. El sustituto de Jesús no está en la cuna. Eres tú, Simón.
Simón: - Pero si yo solo soy una figurita mal hecha…
María: - Mira, Simón, tú has hecho lo que mejor se le da a Jesús: querer a todos tanto, que se sientan verdaderamente especiales ¿Verdad que lo sentías cuando Él te miraba cada día? Y los demás lo sienten gracias a ti.
Simón sonrió.
María: -Jesús me ha pedido que sigas guardándole el secreto. Sigue buscando sustitutos como tú en cada pequeño rincón del mundo, para convertirlo en un lugar mejor ¿Querrías seguir siendo el niño invisible de este nacimiento?

¡Por supuesto que quería! Y así fue como Simón se unió a la inmensa lista de gente que, como querría Jesús, celebran la Navidad haciendo que su pequeño mundo sea un poco mejor.

POESÍA DE NAVIDAD: El ladrón del portal
Era ya noche en Judea,

contaba un niño pastor
cuando al pasar junto a un pueblo
un bebé me sonrió.

No fue una sonrisa hueca,

ni fue un gesto juguetón.
Tampoco mostraba queja
aunque muy pobre nació.
Fue una sonrisa perfecta
que… ¡estaba llena de Amor!

Pero al verlo tan humilde,

durmiendo sobre un cajón,
me llegué a sentir muy triste.
Y tan gran pena me dio
que, aprovechando un despiste,
lo tomé como un ladrón
para llevarlo conmigo
y poder darle algo mejor.

Cuando, al momento siguiente,

Su madre ya no lo vio
fue a buscarlo entre la gente,
mas tampoco lo encontró.
Preocupada por su suerte
casi moría de dolor
Y llorando dulcemente
entre lágrimas cantó:

“¿Quién apagó las estrellas

llevándose su color?
¿Quién nos ha dejado a oscuras
robando a quien hizo el sol?
¿Quién prefiere andar perdido
y no tener Salvador?
¿Quién se ha llevado a mi Niño?
¿Quién ha robado al Señor?”

Viendo que allí lo querían

tan bien como lo haría yo,
aunque el miedo me vencía,
tuve que hacer confesión:

“Yo me lo llevé un ratito,

lo guardé en mi corazón,
para decirle bajito:
Niño, te quiero un montón.”

La madre, con gran alivio,

sonriendo respondió:
“Para hacer eso, cariño,
no hay que secuestrar a Dios;
basta con que lo compartas
con cuanta más gente, mejor.
Y que, allá donde tú vayas,
hagas bien y des amor.”

Yo, que aún era pequeño,

aprendí bien la lección.
Y desde entonces recuerdo
que ese Niño, que era Dios,
No solo me amó primero,
sino que me hizo mejor.


Buenos días elaborados por la Comisión de Navidad

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