Viernes 15 de marzo - Jesús

En su camino Jesús se encontró con mucha gente que era discriminada por múltiples razones. En todos los encuentros que nos narran los evangelios vemos actitudes a las que estamos llamados a repetir con la gente que nos encontramos.

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Jesús se encuentra con una mujer samaritana. Los judíos y los samaritanos vivían enfrentados por cuestiones religiosas. La mujer le dice:

—Tú, que eres judío, ¿cómo pides de beber a una samaritana? –los judíos no se tratan con los samaritanos–.
Los discípulos cuando llegan se sorprenden, dice el evangelio:
En esto llegaron sus discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella.
Jesús está por encima de discriminaciones. Jesús se acerca al que otro no se acerca. En este caso Jesús entabla conversación con la samaritana y ella queda sorprendida de todo lo que le dice Jesús.

En otra ocasión los discípulos trataban de alejar a los niños que se le acercaban. En la antigüedad a los niños no se les valoraba y en ocasiones se les despreciaba. Sin embargo Jesús dice:
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«Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»
Los marginados, los discriminados, los enfermos se acercan a Él. Un ejemplo es el de esta mujer:
Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, que había sufrido mucho en manos de distintos médicos gastando todo lo que tenía, sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se había puesto, al escuchar hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto. Porque pensaba: Con sólo tocar su manto, quedaré sana. Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana.

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Jesús acoge a todos y sana a todos. Al saberle cercano la gente se acerca y se crea una nueva humanidad. En el momento en el que el marginado se sabe aceptado se crea una nueva relación y una sanación. Todos estamos llamados a acoger a todos, no solamente a no discriminar, sino a curar ese dolor del que se ha sentido alejado.

Que en esta Cuaresma caminemos hacia la Pascua siendo acogedores con el marginado, con el discriminado, sanando heridas, acercando vidas. Se lo pedimos a Dios Padre rezando todos juntos...

TODOS.

Padre Nuestro que estás en el cielo...

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