Jueves 10 de Mayo - Miguel Magone

¡Buenos días!

   Hoy le toca el turno a MIGUEL MAGONE, el "Capitán de Bandoleros". Veamos como nos cuenta cómo fue su encuentro con Don Bosco. Para ello, os invito a que escenifiquéis el diálogo, un compañero haciendo de narrador (Miguel Magone) y otro de Don Bosco.

Antes de conocer a Don Bosco pasaba todo el tiempo en la calle, vagabundeando en las plazas y las parques. Mi madre no podía estar pendiente de lo que yo hacía y dónde andaba, ya que pasaba todo el tiempo trabajando.

Mis maestros en la escuela me conocían como el alborotador, siempre inquieto, haciendo relajo donde estuviera. Cuando faltaba a clases, mis maestros respiraban porque no habríaa quien interrumpiera la paz y la armonía

Una tarde lluviosa estaba yo con mi pandilla en la estación de tren. Jugábamos y forcejeábamos llamando así la atención de todos. Nuestros juegos comenzaron a volverse cada vez más violentos. En un momento de forcejeos y golpes esquivados, un señor de sotana negra se puso en medio del grupo, impidiendo que siguiéramos con la pelea. Todos echaron a correr al ver aquel cura interrumpir nuestros juegos, todos excepto yo que avancé hacia él confrontándolo

- ¿Quién eres tú para venir a entrometerte en nuestros juegos?- lo espeté desafiante.

- Soy un amigo tuyo-, respondió Don Bosco. Y tú ¿quién eres?

- ¿Yo? ¿Quién soy yo? Miguel Magone, capitán de este ejército.

Don Bosco sonrió y comenzó a interesarse por mí. Me preguntó sobre mi familia, mis estudios. Me dijo:

- Querido Magone, ¿no serías capaz de dejar esta vida de vago y ponerte a aprender un arte o un oficio, e incluso estudiar?

-¡Claro que lo sería!-, respondí conmovido. -Está condenada vida que llevo no me hace ninguna gracia. Algunos compañeros míos ya están en la cárcel, y me temo que lo mismo me va a pasar a mí. Pero ¿qué quiere usted que haga? Mi padre murió, mi madre no tiene dinero. ¿Quién me podrá ayudar? 

- Mira, esta misma noche diríge una fervorosa oración a nuestro Padre que está en los cielos. Hazlo de corazón y espera. El pensará en mí, en ti y en todos.

En ese momento fuimos interrumpidos por el silbido de la locomotora que anunciaba su partida. Antes de partir ese extraño sacerdote, me regaló una medalla de María Auxiliadora y me dijo que visitara a mi párroco y que él enviara noticias mías a Valdocco.

Una medalla es una extraña moneda para quien acostumbra a jugar por dinero en el  andén de una estación. Me pregunté: - ¿Por qué me la ha regalado? ¿Por qué pretende conocer noticias mías? 

Días después me acerqué al párroco de mi iglesia quien se sorprendió de mi visita. Al ver la medalla que Don Bosco me había regalado, lo comprendió todo y me preguntó:

- ¿Te gustaría ir a Turín? ¿Al oratorio de Don Bosco? 

Sin dudarlo, contesté que sí. Así que, después de nuestra platica, el párroco envió una carta a Don Bosco anunciándole mi llegada.

Una mañana de noviembre me puse en camino a Turín. Mi madre y mis amigos de fechorías llegaron a despedirme a la estación. Debo confesar que dudé por un momento. Pero una extraña alegría inundó mi corazón al pensar que me encontraría de nuevo con aquel sacerdote que se había interesado por mí y que me recibiría en el oratorio con los brazos abiertos.

Al llegar a Turín, me enfrenté con Don Bosco y le dije:

- Yo soy Magone, a quien usted ya conoce...

- Seremos amigos, ¿verdad? – me preguntó el sacerdote.

- Sí, señor, pero si usted me lo permite yo quisiera ponerme a jugar. 

- Juega, juega. Cuando hayas acabado, ven que te quiero hablar, terminó diciendo Don Bosco. 

A los cinco minutos yo era el rey del patio. En un instante había comprendido las reglas del juego. Corrí, salté y hasta caí de bruces en el suelo. Mis gritos resonaron por sobre el tumulto del patio y di muestras de  fuerza y agilidad poco comunes. Mis compañeros se preguntaban estupefactos: - ¿De dónde salió este terremoto? 

Nunca imaginé que aquel encuentro con Don Bosco en la estación de tren cambiaría mi vida. El oratorio de San Francisco de Sales se convirtió en mi casa. Allí encontré una familia, un padre y una nueva oportunidad para mi vida. Comencé a tomar en serio mis estudios. Pero lo más importante fue que descubrí la presencia de Dios en mi vida

Gracias a la ayuda de Don Bosco, descubrí el verdadero significado de estar en gracia de Dios. Dejé a un lado los temores que me impedían acercarme al sacramento de la reconciliación. Me animé a frecuentar los sacramentos. Eso me ayudó a calmar mi carácter fuerte. Poco a poco he podido convertirme en árbitro de paz entre mis compañeros.



Para terminar, fijaros que canción más acorde con su vida, ¿verdad?



Buenos días elaborados por Patricia Velasco

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