A veces pensamos que para cuidar el medio ambiente
necesitamos hacer grandes sacrificios, pero la verdad es que los pequeños
gestos cotidianos son los que realmente transforman el mundo.
Separar residuos, reutilizar materiales, ahorrar
agua, evitar el desperdicio… son actos sencillos que, sumados, tienen un
impacto enorme.
Cada pequeño gesto es una semilla de
transformación. Cuando cuidamos el entorno, no solo empleamos herramientas
ecológicas, sino también valores cristianos: responsabilidad, solidaridad,
respeto.
Estos gestos, aunque parezcan insignificantes,
tienen el poder de contagiar y multiplicarse. En el aula, en casa, en la calle…
cada acción cuenta. Que hoy podamos vivir con la certeza de que el amor por la
creación se expresa en lo concreto, en lo cotidiano, en lo que está al alcance
de nuestra mano.
Don Bosco decía: “La santidad consiste en estar siempre alegres y hacer bien
lo que se debe hacer”. Hoy, hacer bien lo que debemos incluye cuidar el
entorno que nos rodea. Cada acción ecológica es una forma de vivir con
responsabilidad, alegría y fe.

Reflexión del día: ¿Qué pequeño gesto puedo incorporar hoy en mi
rutina para vivir con más conciencia ecológica?
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