¡Buenos días!
Leemos con atención:
Cuando se
acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el
templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus
mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y
sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo
las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y
no conviertan en un mercado la casa de mi Padre".
¿Alguna vez has sentido que algo importante para ti estaba siendo
ignorado o maltratado? Eso es lo que le pasa a Jesús en este pasaje del
evangelio.
A veces pensamos que Jesús es solo paz y ternura. Pero este pasaje nos
muestra que también hay momentos en los que Jesús se enfada y se molesta.
Hoy, ¿cuál puede ser para ti ese templo por el que te enfadas si no se
respeta? Podría ser:
-¿Tu fe?
-¿Tu cuerpo?
-¿Tu familia?
-¿Tus valores?
-¿Tus amigos?
-¿Tu espacio interior?
Jesús no se quedó mirando cómo se perdía el sentido del
templo. Y tú, ¿qué haces cuando ves que no se respetan tu templo? ¿o el de
otros?
El respeto no es indiferencia. Es acción. Es saber decir:
esto no está bien. Es saber escuchar. Es saber decir no, o hasta aquí.
Y también es mirar dentro de ti. ¿Qué cosas estás dejando
que se conviertan en mercado en tu vida?
Jesús nos invita a limpiar el templo. A recuperar lo
esencial. A vivir con coherencia. A respetar lo que de verdad es importante.
Oración
final
Señor
Jesús,
tú
que defendiste con pasión lo sagrado,
ayúdame a reconocer lo valioso en mí y en los demás.
Que no me quede callado ante la injusticia,
ni
sea cómplice del desprecio o la burla.
Enséñame a respetar con el corazón, a mirar con
profundidad,
a
actuar con valentía.
Que
mi vida sea un templo limpio, donde habite tu verdad, tu amor y tu paz.
Y que sepa cuidar también el templo que es cada
persona que me rodea.
Amén.
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